Quantcast
Channel: (SdL) » relatos
Viewing all articles
Browse latest Browse all 10

Jamaica 69, de Constanza Rojas

$
0
0

Por Hugo César Moreno Hernández.

El tiempo puede ontologizarse, de esta manera se convierte en una presencia alterna del ser que lo recuerda. Al ser, el tiempo toma características móviles, se maquilla según el talante del recordante. Jamaica 69 aparecióen 2001, pero se regodea en el filo mítico del acabose. Fin de siglo y milenio, fin que es vital para los personajes que detienen el paso del tiempo con trocas, coca, bares, prostitutas, ropa y música. Constanza Rojas escribe desde un tiempo para mostrar las iniquidades de una generación (¿’X’? ¿’Y’? ¿’perdida’? ¿’hallada’?), generación marcada por unos ideales que avergonzarían a sesenteros y setenteros, como si a alguien le importara. Las preguntas no son metafísicas, son del tipo “¿qué se sentirá coger unas tetas de silicón tan perfectas?”, preguntas que me hacía, que me hago, como correlato de una época donde las utopías, como le pasó a Joaquin Sabina en la rolita esa de una de romanos, ya no terminan con final feliz. Constanza percibe eso y entonces prefiere montarse en la troca y viajar a la playa con unas bielas calientes, porque las canciones revolucionarias tienen valor estético, no vinculación ética, como pasa hoy con Calle 13, donde el género musical más horrible y extendido en el mundo se confabula con Silvio Rodríguez y cualquiera con un poco de inteligencia reconoce que eso es chido nomás por cómo suena, puro valor estético: “Los de Revolución tocando, como siempre en contra de todo. Me molestan sus gritos, eso no es música. No expande el alma”. Porque la estética no sólo expande el alma, expande el cuerpo y hasta nos hace sentir justos, libertarios, políticos sin compromisos.

Los relatos de Jamaica 69 no son “sus labios durazno [que] tocan mi mejilla”, aunque haya un par de agasajos (o de esas viejas de la secu que nunca aflojaron por más que uno se hiciera el bien portado y hasta fuera a misa y saludara a la abuelita apestosa a miados). Jamaica 69 es escenario del desencanto, pero no el desencanto; es decir, se está, se conoce, se vive ahí pero no da acuse de recibo, sólo la certeza de que “yo no habría podido darle a esa puta una muerte pasional”, porque una muerte pasional exige recursos positivos para la negatividad, vaya, exige fe, creencia, responsabilidad para con ello imponer mi superioridad moral sobre el mundo y transformarlo.

¿Transformarlo? Las carcajadas no deben faltar. Nuestras utopías hoy son idénticas a la de la chica que asegura: “Sueño con tener un departamento en NY como el de ‘Friends’, ser como Jennifer Aniston con todo y Brad Pitt”. Esos son los sueños de esa generación, de nuestra generación y, quizá, de esta generación ahora sumergida en Facebook. Qué poco han cambiado las cosas en tanto tiempo. “Es el estado constante de la depresión, es la tristeza absoluta”, dice la darki que asume, por moda, por estética, una visión ideológica del mundo que al poco puede pasar al deseo de ser una Barbie y no un esperpento: “Las barbies no tienen vellos, conservan su aspecto de niñas, con cuerpo perfecto”. Porque está claro “un mustang es la felicidad”.

Rojas, Constanza. Jamaica 69. México: Editorial MOHO, 2001.


Viewing all articles
Browse latest Browse all 10

Latest Images

Trending Articles





Latest Images